Después de una sentida ausencia en la edición 2017 del Cosquín Rock, Las Pastillas del abuelo vuelve a decir presente en el festival para dar cierre al escenario principal del primer día. Prácticamente la totalidad de los asistentes al evento ocupaban el espacio en frente al escenario principal, dispuestos a vivir una verdadera fiesta en honor al rock nacional.
Silbidos mediante, el conjunto salió al escenario, y abrió con “Tantas escaleras”. Desde los primeros acordes, las banderas se sacudieron frenéticas, y todas las gargantas entonaron la totalidad de las estrofas. “Locura y realidad” dijo el Piti justo antes de interpretar la canción homónima, que invitó a todos a bailar esa perfecta mezcla entre ritmo latino y el cuatro cuartos.
Se sucedieron Oportunistas, ¿Que vicios tengo? con una destacable actuación de Joel Barbeito en el saxo y Dónde esconder tantas manos.
Siguió Absolutismos y Amar y envejecer, que fue coreada de principio a fin por todos los que todavía aguantaban de pie a las dos de la mañana. Fue exactamente en este momento cuando empezaron a caer gotas del cielo, las primeras del festival.
Quizás uno de los atractivos de la banda son sus letras, concentradas siempre en temas cotidianos como el amor, la amistad, los vicios, y desde Dios hasta el diablo. Esto adhiere a la esencia del conjunto, dedicada a tocar rock barrial, rock entre amigos, con el agregado del evidente talento musical de todos sus miembros.
Más adelante, y ya con la lluvia cobrando fuerza, sonó ¿Qué es Dios?, que fue cantada a viva voz por varias miles de almas pasadas por agua.
La comunidad pastillera, que iba desde el escenario hasta más allá de la torre de sonido, respondía alegremente a todas las canciones con gritos y saltos, siempre con las manos arriba, apuntando al cielo.
El show, que venía juntando fuerza para sus mayores hits, tuvo que ser suspendido debido a que la lluvia y el viento alcanzaron una intensidad difícil de predecir.
Durante todo el recital se sintió la conexión entre el bombo de Juan Comas y las notas de Bogisich en el bajo que, en perfecta sincronía, fueron la base rítmica que le permitió lucirse a los instrumentos melódicos. Encargado de las teclas estaba Alejandro Mondelo, que alternó correctamente entre el piano en canciones lentas y sintetizadores en canciones más movidas. La guitarra de Diego Bozzalla mantuvo la base rítmica, mientras que la de Fernando Vecchio movilizaba a las masas con sus solos. A su vez, Joel Barbeito tuvo una actuación brillante con el saxo, demostrando una eficiencia ejemplar con ese instrumento. Y como no mencionar la inconfundible voz del Piti Fernández, que marcó un antes y un después en el rock argentino del nuevo milenio.
Así cerraba el primer día del festival, con una de las bandas más icónicas del evento y del rock argentino. No pudo faltar, sin embargo, la verdadera protagonista del festival a lo largo de los años: la lluvia. Las sierras cordobesas fueron testigo de un día impecable, con apenas algunos retrasos en la grilla, técnicamente a la altura de cualquier festival del calibre de este. Los fanáticos de la música presenciaron, una vez más, una oda a la amistad, la camaradería y el disfrute que llamamos rock nacional.
Crónica realizada por Remigio Gonzalez, fotografía Federico Verra para www.delaviejaescuela.com
Comentarios recientes